Desde niña aprendí a prestar atención a los detalles del mundo que me rodeaba. Mi madre, en sus paseos, me ensañaba a ver una misma cosa desde perspectivas distintas. Una nube con forma de dragón, la corteza de un árbol en forma de conejo, una hoja con forma de mariposa… Lo que para mí era un juego, se convirtió en una forma diferente de ver el mundo. Por su parte, mi padre, fotógrafo capaz de inmortalizar la magia de un detalle insignificante, me enseñó a apreciar la historia que hay detrás de lo más cotidiano. La belleza de una ventana, la complicidad de una bandada de aves volando, la magia de un atardecer…

Cuando ando por la calle no miro al suelo, si no al cielo. Miro los edificios, las flores en un árbol, busco azulejos bajo los balcones…

El entusiasmo por la búsqueda de belleza a mi alrededor sigue vivo gracias a la huella que dejaron mis padres en mi, y la oportunidad para plasmar esa belleza me llegó en el confinamiento. Mi primer dibujo fue la portada de un libro, y de ahí empecé a fluir con mi inspiración, intentando transmitir el sentimiento que a mi me genera ver cosas que para muchos pasan desapercibidas. En mis dibujos no busco crear una fiel representación de la realidad, si no la representación de mi realidad.

Perfectamente imperfecta.

Hoy en día me dedico a diseñar estampados a partir de mis dibujos y acuarelas, persiguiendo la originalidad y unicidad de cada diseño, y la autenticidad inherente a lo “hecho a mano”.